¡Bajo el mar!
Barcelona es una de las ciudades más visitadas de Europa. Capital modernista por excelencia, entre sus calles podemos encontrar todo tipo de edificios singulares que esconden elementos arquitectónicos interesantes: la Sagrada Familia, la Casa Batlló, la Pedrera… pero hoy no queremos centrarnos en estos espacios archiconocidos – considerados como los más emblemáticos de la ciudad-, sino que queremos analizar la ciudad desde una óptica completamente diferente. Queremos poner en valor Barcelona como «Ciudad de Submarinos«.
Seguramente os habrá sorprendido este enunciado, pero es que es una realidad tangible. Barcelona es, de hecho, una ciudad de submarinos. Entre sus calles podemos encontrar diversos vehículos concebidos para explorar los fondos oceánicos. Esta es la historia que hay detrás de cada uno de ellos.
El primero lo podemos encontrar justo delante del Museo Marítimo de Barcelona. Este espacio se ha convertido en un centro referencial en relación a la oferta cultural de la Ciudad Condal. Recientemente fue noticia por albergar una exposición relacionada con la ficción Juego de tronos. Serie que resultó ser todo un éxito; con un sinfín de merchandising relacionado con la obra. Si buscamos en internet podemos encontrar todo tipo de elementos decorativos, destacando un sinfín de collares, joyas o camisetas. También se pueden adquirir elementos sacados directamente de la ficción, como son espadas o armaduras; existen incluso tragaperras online tematizadas con sus diseños. Una variedad de objetos infinita que muestra la importancia mediática que tuvo la serie y el éxito que tuvo la exposición en la capital catalana.
Si fuisteis uno de los afortunados que visitasteis la exposición, os habréis fijado que en la entrada había un pequeño submarino de madera. Esta maqueta está inspirada en el Ictíneo I, un submarino ideado por Narcís Monturiol en el año 1859. Monturiol fue un excelente ingeniero nacido en Figueres en el año 1819. Su importancia radica en que fue uno de los pioneros de la navegación submarina, no solo a escala local, sino que lo fue en todo el mundo. En 1859 presentó un proyecto altamente ambicioso, bautizado como Ictíneo. Un título que podría traducirse directamente al castellano con el concepto Barco-Pez. Ese es precisamente el submarino que coronaba el proyecto y el que se encuentra expuesto en el Marítim.
Su planteamiento fue todo un éxito, ya que el Ictíneo I pudo navegar por el puerto de Barcelona sin ningún tipo de problema. De hecho, visitó las profundidades de la costa de Barcelona a lo largo de 2 horas y 20 minutos, consiguiendo sumergirse hasta unos 20 metros de profundidad. Esta maravilla de la técnica dejó boquiabierta a la sociedad barcelonesa de la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar del éxito, el proyecto de Monturiol no logró encandilar del todo a Isabel II, hecho que frenó una hipotética producción a gran escala. Sin embargo, el entusiasmo popular provocó que la creación de Monturiol consiguiese financiación a través de suscripción popular. Un concepto que recuerda al actual crowdfunding. Las 300.000 pesetas de la época que se recaudaron ayudaron a desarrollar la versión 2.0 del submarino: el Ictíneo II.
Como hemos mencionado anteriormente, en los jardines del Museo Marítimo se puede visitar una réplica a tamaño real del primer modelo, hecha de madera y con unos acabados excepcionales. Fue creado para la realización de la película Monturiol, el señor del mar. En el interior del museo se puede visitar el modelo original, que fue construido en el taller de los astilleros.
En el cruce entre la Avenida Diagonal y la calle de Provença se puede visitar otra escultura que hace referencia a la obra de Monturiol. Es una oda al modelo Ictíneo, y fue realizada por el magnífico escultor Josep Maria Subirachs en 1963. Fue financiada y promovida por la Mutua Metalúrgica, intentando poner en valor la obra del ingeniero catalán. Con su forma fusiforme recuerda a otros grandes submarinos de la ficción, como el archiconocido Nautilus, nave submarina creada por Julio Verne y capitaneada por el mítico Capitán Nemo.
Finalmente, el último submarino de la ciudad no es una reproducción ni una maqueta, sino que es un ejemplar real que navegó por los océanos. Se encuentra frente al museo CosmoCaixa, y formaba parte del ejército español. Fue bautizado con el nombre de Tiburón, y tenía una capacidad de seis personas. Si habéis circulado por la Ronda de Dalt de Barcelona con dirección al Tibidabo, habréis visto cómo surge imponente en la zona superior de la vía. Descubrirlo a pie es también una experiencia muy gratificante, y podéis aprovechar para visitar el museo adyacente, que siempre presenta actividades muy diversas como la proyección de películas o coloquios divulgativos.
Os hemos descubierto nuevos puntos fotográficos interesantes que se alejan de los espacios más populares -y convencionales- de la ciudad. Las tres obras conectan con una rama del conocimiento singular como es la exploración submarina.