La Palma de Bellafila: la vuelta al centro
Más allá de lo puramente gastronómico (a lo que luego entraremos), el ejercicio de valentía que supone a día de hoy montar un restaurante en pleno barrio gótico de Barcelona es digno del más profundo respeto. Esa es, ni más ni menos, la empresa en la que se han embarcado en La Palma de Bellafila. Rodeados de una oferta gastronómica muy homogénea y dirigida mayoritariamente a un público de fuera, Judith Giménez y Albert Rial (desde la gestión de sala) y Jordi Parramón (al mando de los fogones), ofrecen una cocina de cercanía y de raíces locales caracterizada por su sencillez y elegancia pero que en absoluto adolece por ello de falta de sabor y personalidad.
Sardinas marinadas con uvas
Jordi Parramón es el chef responsable y artífice de la carta de La Palma de Bellafila cuya pretensión es acercarnos a una cocina despojada de artificios, de arraigo local y con un claro sello distintivo y denominador común en todas sus creaciones. A cargo de la sala están Albert Rial y Judith Giménez, responsables también de la Bodega La Palma, que con maestría y mucho agrado dan salida a las invenciones de Parramón.
- Paté de higado de pollo y milhojas casero
- Snacks de oreja de cerdo
Como de costumbre, me dejo llevar por lo que me sugieren y empieza el menú con dos pequeños entrantes. El primero que hace aparición es un paté de hígado de pollo muy cremoso y sabroso en el que el sabor a víscera no resulta «incómodo». Para darle textura al bocado, lo acompañan de un milhojas casero. Gran comienzo perfectamente maridado con una manzanilla oxidativa que me ofrece Albert.
A continuación, llegan unos snacks de oreja de cerdo que cocinan a baja temperatura y rebozan con pan rallado (hecho con pan del Forn Vilamala). Se alegra Judith al verme comerlos con las manos (por algo se trata de un snack), y se lamenta con sorna que mucha gente acabe librando una estéril batalla con cuchillo y tenedor contra la oreja. El crujiente exterior del snack es muy agradable y el cartílago de la oreja presenta, pese a la baja temperatura, cierta resistencia y mordida, lo cual también se agradece.
Anguila con manzana compotada y col lombarda
Los contrastes son un recurso que aparece en algunos de los platos que degustamos. Un primer ejemplo son las sardinas marinadas con uvas en las que confluyen (con equilibrio) salado (de la sardina), ácido (del vinagre) y dulce (de las uvas). Otro exponente de ello fue otro plato de pescado como la anguila con manzana compotada y col lombarda. En este caso, casan con acierto el ahumado de la anguila y el dulce de la compota.
- Mejillones a la brasa con puerro
- Los fuera de carta
En La Palma de Bellafila (como buen restaurante de producto de temporada) dejan un gran espacio (sorprendentemente grande diría yo) a los fuera de carta, algo que, personalmente, me encanta. Muchas opciones y tan elaboradas, o más, como las que figuran en la carta. Como muestra, unos mejillones a la brasa con puerro que flotan en un maravilloso fondo con una profundidad y reducción muy medidas, sin exceso de potencia. ¿Podría ser este plato un «mar y huerta«?
Prestan, además, muy buen cuidado de los vinos, los cuales son primordialmente catalanes. Albert desgrana a lo largo de todo el menú referencias de su bodega con acierto, lógica y sensibilidad.
- Calamar relleno y alcachofa a la brasa
- Cordero con endivia y mostaza
El siguiente plato, que fue un calamar relleno y alcachofa a la brasa, nos sorprendió gratamente por una razón muy concreta (a parte de lo rico que estaba). Normalmente, al menos en Cataluña, es típico rellenarlos de alguna carne, como por ejemplo butifarra de Perol, dando lugar al clásico «mar y montaña». Sin embargo, el relleno de este calamar son sus propias patas y alas empastadas con un potente y dulce sofrito de cebolla. Y la verdad es que resulta un punto a su favor. Buen detalle también en la alcachofa a la brasa, el aprovechar gran parte de su tallo.
El último pase consistió en un cordero a la brasa con endivia y mostaza. Gran representante también de la cocina catalana, el cordero a la brasa, queda perfectamente representado en este plato.
Mandarina confitada con yogur ácido de oveja
Antes del postre (¿o quizás era también un postre?), me llegó un pequeño cuenco con un líquido transparente en su interior. Infusión de romero. No me acabó de quedar claro si hacía las veces de impasse entre los platos salados y el postre o era realmente otro postre en sí mismo. La cuestión es que efectivamente era una suerte de sirope dulce de romero que, por su carácter floral, servía también para limpiar la boca.
Lo que sí era un postre (y ¡qué postre!) fue la mandarina confitada con yogur ácido de oveja. La filosofía detrás de la propuesta gastronómica de La Palma de Bellafila se puede encapsular y resumir perfectamente en este postre: mucha cocina, sutileza y sabor.
Se agradece sobremanera la aparición de establecimientos como este que aún no dan por perdido el centro de Barcelona y lo pelean desde las bases de la cocina. Locales que vienen a recordar que, si se quiere, se puede dar de comer rico, con honestidad y a un precio razonable.
No se trata en modo alguno de desbancar a otro tipo de propuestas a día de hoy muy imperantes en Barcelona, sino, muy al contrario de lo que algunos sectores más agoreros profesan, convendría ver coexistir distintas alternativas en nuestra ciudad, todas ellas válidas en su justa medida.
Datos de interés:
Qué: La Palma de Bellafila
Dónde: Carrer de Bellafila, 5
Cuándo: MA-SA 13:00–16:00, 19:00–24:00; DO-LU: Cerrado
Precio: 45-55 €/persona
Contacto: 934 12 65 52 | Instagram