La unión perfecta entre Galicia y Cataluña
Quizás hayas pasado por delante del Batea mil veces y no te has fijado. Batea es un secreto a voces escondido detrás de un escaparate y una puerta de hierro fundido preciosa. Situado en pleno centro de Barcelona, este restaurante pretende renovar lo que todos tenemos en la cabeza cuando pensamos en una marisquería. Y lo consigue. Vaya si lo consigue.
Almejas gallegas con agua de Lourdes.
Detrás de los fogones del Batea está Manu Núñez y Carles Ramón, dos chefs extremadamente detallistas que han trabajado por restaurantes de toda España y parte de Europa buscando su estilo. La unión de los dos ha resultado ser un match perfecto. Pero como no hay dos sin tres, la cara del Batea es Marta Morales, quien sabe transmitir la filosofía del restaurante a la perfección.
La carta del Batea cambia cada día según lo que consigan en el mercado, por lo que te puedes esperar una cocina basada en el producto marino fresco de altísima calidad. Una de las cosas que nos gustó más es que los platos tienen la intervención justa para darle un toque muy personal sin quitarle nada de sabor al género que tienen en sus neveras.
Por cierto, Batea también es el nombre de un pueblo vinícola de la Terra Alta, en el sur de Cataluña. Aprovechando esta coincidencia, han querido hacer un guiño a esta población incorporando algunas botellas en la carta de vinos. Si no has probado la D.O. Terra Alta, es un buen sitio para hacerlo. Aparte de estos, la carta de vinos está dividida entre botellas de bodegas del Atlántico y del Mediterráneo, permitiéndonos probar vinos realmente especiales.
Como los cócteles son una parte muy importante de la experiencia en Batea (Marta es una bartender con mucha experiencia), empezamos con un par de cócteles con nombre clásico pero con un toque que solo verdaderos genios de la mixología podrían dar. Por un lado, probamos el Spritz O’Clock, que añade sirope de guisantes a la receta tradicional. ¿Cómo? ¿Guisante? Sí, y le queda de fábula (importante: los siropes los hacen ellos). Por otro lado, probamos el Negroni Batea, que tiene ginebra, vermú, bitter y, ojo, tapenade (una especie de pasta de olivas). Hubiéramos pedido sus versiones del Bloody Mary y del Dirty Martini, pero habíamos ido a comer también…
- Buey de mar con flor de calabacín y botarga.
- Carneiro con espuma de maíz y pipas de calabaza.
- Longueirón con piparra y chicharrón
Nuestra cena empezó con uno de sus platos estrella, la mariscada fría. Se sirve en una bandeja de varios pisos para que quepan las tres creaciones que lo componen. Tenemos carneiro con espuma de maíz y pipas de calabaza, buey de mar con flor de calabacín y botarga y longueirón con piparra y chicharrón. Es perfecto para entender de qué va Batea nada más empezar. Las tres tapitas son únicas y deliciosas, en especial el carneiro.
Saam de atún Bluefin, col fermentada y jalapeño.
Lo siguiente que nos trajeron fueron unos saam de atún Bluefin, col fermentada y jalapeño. El saam es un plato coreano que consiste en una hoja de lechuga que envuelve un relleno de carne o pescado. En este caso lleva atún triturado y crudo con un sabor que te vuela la cabeza.
Croqueta de calamar y sepia envuelta de una fina loncha de picaña madurada.
Después vino otro de sus clásicos: croqueta de calamar y sepia envuelta de una fina loncha de picaña madurada. Como te puedes imaginar, es un festival. Y no lo decimos por decir… porque las croquetas son un tema muy serio.
Ceviche de pescado de lonja con emulsión cítrica, zanahoria y crujiente de lino.
Y llegamos al ceviche. Ellos lo hacen con el pescado de lonja que hayan comprado aquel día, emulsión cítrica, zanahoria y crujiente de lino. Tenemos mucha curiosidad de cómo puede ir variando este plato según el pescado del día, porque con el nuestro estaba muy rico y era muy delicado.
Alcachofa a la plancha con taramasalata con pan de pita, pistacho, hinojo y frutos secos.
Uno de los platos que nos gustó más fue la alcachofa a la plancha con taramasalata, pero quizás sea trampa porque somos muy fans de las alcachofas. La salsa griega taramasalata se hace emulsionando huevas de pescado en salmuera; por esto este plato tiene un intenso sabor a pescado que le queda de fábula. Todo esto viene acompañado por pan de pita, pistacho, hinojo y frutos secos.
También nos fascinaron las almejas gallegas con agua de Lourdes. Es una manera muy tradicional de prepararlas y ellos lo bordan. A la vinagreta habitual le añaden salsa ponzu, que le da un toque oriental muy interesante.
Guisantes con habitas, gírgoles, castañas, sepionet y salsa verde.
Y como fuimos aún en temporada de guisantes, nos trajeron un maravilloso plato de esta legumbre con habitas, gírgoles, castañas, sepionet y salsa verde. Con esto volvimos a ver el respeto que le tienen a los ingredientes de calidad y la experiencia para saber cuáles combinan bien.
Ravioli de cocido gallego, gamba blanca y suquet.
El último plato salado que comimos fue el ravioli de cocido gallego, gamba blanca y suquet, una creación muy representativa del Batea, que aúna la cocina gallega con la catalana en un solo bocado.
De postres comimos dos. El primero fue un sorbete de fresa con vinagre y chantillí de coco y el segundo una crema pastelera de orujo con brownie y café. Los dos están al nivel de la carta, poniendo el punto y final a una cena memorable.
- Sorbete de fresa con vinagre y chantillí de coco.
- Crema pastelera de orujo con brownie y café.
Por si no ha quedado claro, recomendamos muchísimo Batea a los amantes del pescado y el marisco. Ah, y nosotros nos sentamos en la barra y tener al equipo trabajando a tan poca distancia lo hace aún más especial.
Datos de interés:
Qué: Batea.
Cuándo: Ma – Sá: comidas y cenas.
Dónde: Gran Via de les Corts Catalanes, 605.
Precio: 60 € por persona (aprox.).