El bar que estábamos esperando
Bar Canyí es el resultado de recoger toda la experiencia de tener un restaurante con estrella Michelín (el Slow & Low) y aplicarla a un bar de toda la vida. Técnicas de alta cocina para hacer croquetas, gildas, ensaladillas, bocadillos, bravas, bombas… y sí, es tan espectacular como te imaginas.
Después de años con brunchs, smash burgers y empanadas argentinas en todas las esquinas, estamos viendo una oleada de nuevos restauradores que apuestan por la cocina tradicional catalana. Francesc Beltri y Nicolás de la Vega, los chefs al frente del Slow & Low, vieron como cerraba el bar de toda la vida donde iban a desayunar y decidieron que Sant Antoni no podía perder otro cacho de su esencia. Cogieron el local de 27 m² y abrieron el bar que siempre habían querido montar.
Con estética retro ejecutada con (muy) buen gusto, pocas mesas, mucha barra, una terracita, vinilos que no paran de girar, cocineros que no paran de sacar platos y un ambiente único, Bar Canyí se postula como uno de aquellos sitios de peregrinaje imprescindible de la ciudad.
Nada más entrar, ves de qué va la cosa: solo puedes consultar la carta en una pizarra gigante colgada en la pared. Eso es porque se toman en serio lo de la cocina de temporada, por lo que la tienen que cambiar a menudo con lo que consiguen en el mercado. Nosotros probamos una selección de platos que tenían en otoño, pero no te preocupes porque vayas cuando vayas vas a encontrar cosas increíbles.
Nuestra cena empezó con un básico: gildas. Es de las cosas que te dejan entrever si un bar va de cara o no. Es un aperitivo que puede hacerse de manera muy sencilla, rápida y sin esfuerzo. Es por eso que cuando te encuentras una como la del Bar Canyí, en la que se nota que han seleccionado y mimado los mejores ingredientes, te pone contento instantáneamente. Es difícil decir cuál es la mejor gilda de Barcelona, pero esta está ahí arriba.
Seguimos con el producto de temporada de calidad con su rovellón en escabeche. Es una forma no muy común de comer estas setas, pero vale mucho la pena probarlo. El toque ácido del vinagre da otra capa de sabor al rovellón y, claro, lo conserva sin que pierda ni textura ni propiedades.
Si hay croquetas de jamón ibérico, las pedimos. Es así. Estas tienen un equilibrio fantástico entre la cremosidad de la bechamel con la textura del jamón, cosa que no es fácil de encontrar.
Lo siguiente fue uno de los highlights: bomba de la Barceloneta. Francesc nos dijo que es un gran fanático de esta tapa barcelonesa (ha jugado durante muchos años en el Club Natació Barceloneta), y que tenía que hacer la mejor de la ciudad. En esta bomba se nota lo de cocinar platos tradicionales con técnicas de escuela de cocina. Y por eso te podemos decir que sí, la del Bar Canyí es la mejor bomba que hemos probado.
Después de tocar el cielo, nos trajeron dos platos de mar de esos que casi no tienen intervención de los chefs. Seguramente querían chulear de producto y lo consiguieron. Por un lado, unos berberechos a la plancha hechos con vino de Jerez que son una maravilla. Los hacen en la plancha que tienen detrás de la barra, por lo que pudimos ver que solo se cocinan 1 minuto, el tiempo perfecto para que se cocinen con la salsita y queden muy sabrosos. El otro plato no tiene misterio: calamar de playa a la plancha. Son 200 gramos de calamar súper tierno que no cuesta nada de comer.
Continuamos con un par de bocadillos que nos volaron la cabeza. Primero el bocata de calamares. Esto es en lo que pensamos cuando decíamos «comida cañí», pero este no tiene nada que ver con los típicos bocadillos secos de calamares que te ponen en los baretos de Madrid. Nos sabe muy mal por la capital, pero ahora resulta que en Sant Antoni se hace un bocata de calamares insuperable. El molusco se deshace cuando lo muerdes a la vez que cruje un poco su rebozado, la mayonesa te llena la boca de sabor, los tomates secos lo endulzan todo… es un festival.
En el Bar Canyí tienen que tener un homenaje a su restaurante hermano, y por eso han incluido uno de los primeros platos que se sirvieron el el Slow & Low: la «burger» de rabo de toro. Es uno de los platos que gustan más, y entendemos por qué. Lo tiene todo. Ve a probarlo, rápido.
Acabamos el festín con sus postres. No se complican la vida: tienen 2, son muy tradicionales y los hacen tan bien como el resto de platos. El recuit de Fonteta, que normalmente solo va acompañado por un chorro de miel, lo sirven con sésamo negro caramelizado, cosa que le da un toque interesantísimo. Por otro lado, el tocinillo de cielo viene con un poco de nata y nos hace salivar con solo pensar en él.
No exageramos si te decimos que Bar Canyí es uno de nuestros bares favoritos de Barcelona. Tú sabrás cuánto tardas en visitarlo. Síguelos en Instagram para ver sus nuevos platos.
Datos de interés:
Dónde: Carrer de Sepúlveda, 107.
Cuándo: MA-SÁ: comidas y cenas.
Precio: 35€ – 50€ por persona (cenando).
Más información: Instagram